Así funciona el bullying en tiempos de redes sociales

 

La adolescencia es una etapa compleja, tanto por los cambios hormonales, de crecimiento, como los que implican la adaptación social. De algún u otro modo, todos transitan con vulnerabilidad. Y dentro de las situaciones por las que nadie quiere pasar es  la exposición y ser el blanco de burlas o juicios.

Pero ese objetivo no siempre es fácil y ahora, menos, dicen los expertos, gracias a las redes sociales. Hoy es mucho más expedito tener todo a la mano desde su música favorita al contacto permanente con los amigos, pero también el ser blanco de acoso.

En 2017, la ONG contra el acoso en el Reino Unido, Ditch the Label, realizó un estudio a 10 mil adolescentes británicos, y reveló que el 69% de los participantes admitió haber hecho algo abusivo con otra persona en línea, los hombres (16%) más que las mujeres (8%).

El estudio mostró además, que 17% de los encuestados informaron haber sido víctimas de ciberacoso: 42% dijeron que fueron intimidados en Instagram, seguido por Facebook (37%) y Snapchat (31%).

Las actividades de acoso online, dice la encuesta, incluyeron el envío de capturas de pantalla o  imágenes de alguien a otros en un chat grupal para reírse de ellos, bromear a otros en un juego, compartir una publicación que se burla de otros y enviar mensajes desagradables a alguien.

La dificultad que implica vivir la adolescencia expuesto a las redes sociales, se grafica además con investigadores en EE.UU., que establecen que los niños y jóvenes nacidos después de 1995, están afrontando la peor crisis de salud mental en décadas, con tasas de depresión y suicidio de adolescentes que se han disparado desde 2011, indica Ricardo Leiva, director del curso de Gestión y Comunicación de Crisis para Colegios de la U. de los Andes.

El vínculo entre el tiempo que pasan los niños usando sus pantallas y los problemas de salud mental es angustiosamente claro, dice Leiva. “Los adolescentes que pasan más de tres horas al día con dispositivos electrónicos tienen un 35% más de probabilidades de tener al menos un factor de riesgo de suicidio”. Esos análisis muestran que tres horas de tiempo con pantallas al día aumentan las posibilidades de que un adolescente corra el riesgo de suicidarse.

La vida de los otros

Hoy, por primera vez los jóvenes tienen una herramienta que les permite definir cómo quieren ser vistos por los demás, que son las redes sociales, aclara Daniel Halpern, investigador de Tren Digital, de la U. Católica. “Nunca habíamos tenido una herramienta tan poderosa y los papás no entienden el desafío que implica esto”, recalca.

El bullying o acoso siempre ha existido. Y el ciberbulliyg no es un problema distinto a esas dinámicas, solo es otro soporte diferente para el acoso, dice la académica de la Facultad de Psicología de la U. Diego Portales, María Isabel Toledo. Gracias a ese soporte, dice, adquiere nuevas implicancias que lo agravan, “por una parte se intensifica, porque antes se iban del colegio y el acoso terminaba, pero en las redes la agresión está permanentemente presente, y además aumenta la cantidad de potenciales amenazas, las que en algunos casos se hacen de forma anónima, lo que genera un daño mayor”.

En la actualidad, las peores situaciones que viven, y que para un joven de otra generación podría haber quedado en el anonimato, se graban y difunden. “Y en ese espacio el contenido íntimo es lo que más atención alcanza, lo que más likes y comentarios logra, todos quieren ser estrellas de YouTube o Twitter”, señala Halpern.

El daño que hacen a través de comentarios, tampoco es medido por los adolescentes en su real magnitud. “Los adolescentes, si bien tienen sentido común muchas veces les falta criterio para actuar, por eso no pueden votar o conducir”, dice Halpern.

El ciberbullying o acoso cibernético ha empeorado. “Dos tercios (66%) de los adolescentes cibernéticos tienen al menos un factor de riesgo de suicidio, 9% más que aquellos que fueron intimidados off line (no a través de aparatos o teléfonos) en la escuela. Los adolescentes que son acosados cibernéticamente a menudo dicen que no hay forma de alejarse de sus torturadores, a diferencia de los agresores en persona, no pueden simplemente evitar a ciertas personas. A menos que abandonen sus teléfonos por completo, la intimidación continúa”, indica Leiva.

Los investigadores de EE.UU creen que la masificación del Smartphone o teléfono inteligente está detrás del aumento de la tasa de suicidios. “Con los adolescentes pasando más horas con sus teléfonos y menos con sus amigos, más se deprimen y suicidan”, dice Leiva.

Los adolescentes no ven las consecuencias reales de las redes sociales los padres, menos los propios adolescentes. No se imaginan cómo esos comentarios pueden repercutir en la vida de otros. No ven que los adolescentes ponen su vida en eso, advierte Halpern: “Cada vez más los adolescentes dependen de los likes para sentirse queridos y de eso depende su autoestima. Entonces les importa lo que digan y se les va la vida en eso, en circunstancias en que no va suceder nada si los molestan un rato, pero no lo saben. Solo ven que puede verlo todo el mundo y sienten que la vida se les hace pedazos, no se pueden escapar”.

Los padres ceden a que desde muy pequeños sus hijos tengan presencia en todas las redes sociales. “Piensan que el derecho de estar conectados es más importante, pero los costos sobrepasan los beneficios, no ven que las tecnologías sin  mediación hacen más mal que bien en un espacio donde no hay educación en uso de redes sociales”, dice Halpern.

Los adultos desconocen esas dinámicas y se enteran cuando es mucho más complejo intervenir. Esto se debe, indica Toledo, porque en esta etapa los jóvenes están separándose de la familia, y los padres saben menos de lo que les sucedes. Eso hace que la agresión se reciba con mayor sufrimiento y tiene más peso, “porque quieren construirse como sujeto individual y acercarse a los pares, pertenecer al grupo”, señala.

“Es una problemática social que se da en una cultura del silencio, acontece fuera de la mirada de los adultos”, indica Toledo. En los adolescentes existe el temor de que si cuentan lo que les ocurre, van a estar más expuestos a la agresión. “Temen recibir más agresión y el sistema se perpetua oculto. Por eso no se resuelve con castigar el  agresor, lo que hay que cambiar son estas interacciones que tienen una relación de fuerza, cambiarlas en el espacio social para que cambien en el espacio virtual”, dice la psicóloga.

Fuente La Tercera

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