Realizar un trabajo en conjunto, tanto con los colegios como con las familias, por una cultura del buen trato, en materia de prevención de los conflictos como también en la aplicación de buenos protocolos de actuación, es una de las sugerencias que la Superintendencia de Educación entrega sobre el ciberbullying.
“La recomendación que hacemos es a estar atentos a las primeras manifestaciones de acoso escolar, para actuar oportunamente”, dice el superintendente de Educación, Sebastián Izquierdo.
¿Pero cómo detectar estas primeras manifestaciones? ¿Cómo saber si un niño o niña sufre ciberbullying? Es difícil, reconoce Valentina Romeu, académica de la Facultad de Educación de la U. Católica, principalmente por el anonimato que las redes sociales ofrecen al agresor. “Este anonimato es lo que garantiza el desequilibrio de poder en la relación, característico del bullying y ciberbullying”. Eso provoca en el agredido una sensación de impotencia e impunidad.
Para los padres o adultos cercanos, dice Romeu, la sugerencia es estar atento a señales, como por ejemplo, desmotivación por ir al colegio, una repentina baja en el rendimiento escolar o el deterioro de las relaciones sociales del menor agredido.
Especial atención se debe tener si se muestran irritables, tristes o ansiosos frente al computador o mientras usan redes sociales, añade la especialista. “Querer estar solo mientras se revisa el celular o ensimismarse con ese u otro dispositivo podrían ser claros indicadores de que se está siendo víctima de ciberbullying”, advierte Romeu.
Otras señales reveladoras son cambios repentinos en el estado de ánimo y no querer ir al colegio, reafirma Carolina Hirmas, docente de Pedagogía Básica de la U. Diego Portales. “Se pueden ver señales como que se quisieran desconectar, dejar las redes como Facebook o eliminar personas del WhatsApp”, explica la especialista.
Según el “II estudio sobre acoso y ciberbullying”, realizado por la fundación española Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (Anar), el 75% de los jóvenes que sufre ciberbullying no lo cuenta y solo se denuncia una cuarta parte de los casos, y el 26% de los casos de acoso es a través de las redes sociales, internet y nuevas tecnologías, y la principal agresión, en el 71,6% de los casos, siguen siendo las ofensas de palabra e insultos. ¿Edad promedio del acosado? 13,5 años.
Silencio cómplice
Según Hirmas, el acosador utiliza las redes para no hacer evidente la situación de acoso dentro de la escuela. “En estas agresiones se genera un silencio cómplice por parte de todos los actores”, advierte.
Es un fenómeno social en el que están involucradas varias personas alrededor del menor, “desde los que observan por las redes, los que le agregan más violencia con sus comentarios, los que no quieren hacer nada y hacen como que no supieran”, dice Hirmas.
Para combatir la agresión, dice la especialista, una de las herramientas más importantes es mantener cercanía con los estudiantes, ya sean los profesores o los padres. “Deben establecer conversaciones fluidas, constantes y contenedoras, que sientan que pueden confiar en los adultos”.
Al vivir la agresión dentro y fuera del colegio, la víctima siente que no se puede defender, por eso se requiere un contexto para que cuente lo que le está pasando. “La razón por la que no dice nada es que piensa que al contarlo no le van a creer”, dice Hirmas.Es importante que los padres se muestren serenos para transmitir seguridad al adolescente de que las situaciones de burla o violencia por las redes sociales se pueden resolver, indica Romeu.
Y esa seguridad parte, dice, con sugerir a los hijos ser discretos con los contenidos que se comparten por las redes, “evitando exponer la intimidad y no contestar mensajes que contengan insultos o amenazas ya que esto desincentiva al agresor, de lo contrario lo provoca”.
Tomás Baade, director de Neurociencias de la U. Austral y director de la Alianza Chilena contra la Depresión, señala que el acoso en cualquiera de sus formas genera una reacción emocional intensa de los adolescentes, que los lleva a aislarse y a desvincularse de las personas. Desinterés y desmotivación de todo lo que antes hacían es una de las señales.
“La mayoría de estas personas están sufriendo una patología o enfermedad que es de salud mental. La conducta suicida y depresiva es detectable y prevenible. Estos jóvenes escriben notas en Facebook, en Instagram, en alguna red social, hablando de su falta de sentido de la vida, de desesperanza. Esa es una señal de que necesita ayuda. A veces basta con una pequeña intervención, preguntar cómo está. Todos los adultos somos responsables, no solo los padres y profesores”.
Acosador omnipresente
Otro elemento que hay que considerar, según el psicólogo de Clínica Santa María, Raúl Carvajal, es que en el ciberbullying el acosador está siempre presente y tiene muchas puertas de entrada. “Maneja más información de la que uno quiere, sabe dónde puede agredirte y el resto de las personas que interactúan en la red lo toman como verdad”.Otra diferencia es el motivo. Generalmente, el bullying surge como burla por los defectos, a partir de características negativas de una persona, pero cuando acosan en el ciberespacio casi siempre se debe a características positivas que generan envidia. Así, se agrede a la joven o al joven que se destaca en el colegio, que tiene buenas notas, son talentosos, y una manera de bajarlos es exponiéndolos a ciertas cosas o inventando cosas acerca de ellos, explica Carvajal.
¿Debo tener las claves de sus redes sociales?
Para un adulto es difícil entender la dinámica que tienen los adolescentes en las redes sociales. El psicólogo de Clínica Santa María, Raúl Carvajal, explica que los jóvenes tienen “una especie de alter ego, ellos son el perfil que arman, independiente de la red, por lo tanto, viven una especie de realidad paralela y lo que allí ocurre también existe de verdad. La virtualidad de la red ha permeado todos los espacios”.
Es por ello que en las redes, los padres deben tener el mismo cuidado y preocupación con sus hijos como si estuvieran en la vida real.
“Los padres se preocupan de la hora a que llegan a casa, los van a buscar y a dejar para que no anden solos de noche en la calle, pero los dejan con el celular o el computador solos durante mucho tiempo, confiados en que están en la seguridad de la casa, pero no es así”, dice.Es más, según el psicólogo, se debe entender que el espacio virtual en la casa de un niño hasta los 14 o 16 años debería ser definido como espacio público. “No se debe confundir privacidad con exposición. En estricto rigor, las redes sociales no son redes privadas. Hoy sabemos que los niños y adolescentes están muy expuestos y no siempre tienen herramientas para resolver bien lo que ocurre ahí”.
Hasta esa edad, dice el psicólogo, los padres tienen la responsabilidad de cuidar a sus hijos en todos los espacios y mantener las claves y revisar los dispositivos es parte de este cuidado. “Tenemos que saber qué hacen en las redes, hablar con ellos y explicarles los peligros.
Hoy tenemos una señal clara de que hay algo que los adultos tenemos que hacer. Si nuestros hijos son o no responsables para manejarse solos en las redes es un proceso. Mientras no lo sean, es una responsabilidad de cuidado de los padres. Sobre los 15 o 16 años debe quedar claro que la responsabilidad es de los jóvenes, pero hay que estar atento. Si algo no está bien, pierden ese derecho”, dice.Según Carvajal, mantener las claves y revisar dispositivos, más que medida de control, es de cuidado.
Víctimas también pueden ser victimarios
Un estudio sobre violencia escolar del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, Coes, muestra que el 29% de los alumnos encuestados reconoce que ha sido víctima y victimario, el 4% solo victimario, y solo víctima el 2,6%.
“Esto dice que dentro de las personas que participan en violencia, lo más común es que hayan participado en los dos roles”, dice Álvaro Miranda, investigador del Centro de Microdatos de la U. de Chile y parte del estudio.Este tipo de violencia afecta el rendimiento escolar; incluso, estudios muestran que influye hasta en el salario en la vida laboral futura.
El estudio predijo que ser victimario era predictor de tener promedio bajo 5 y en el caso de ser víctima y victimario aumenta la probabilidad de peor rendimiento. “El efecto de eso es similar a que la madre tenga educación terciara o que la madre tenga educación básica”, indica Miranda.Existe un fuerte vínculo entre desigualdad socioeconómica y violencia escolar.
Fuente: La Tercera