El ciberacoso en Internet lleva años siendo un problema bastante grave, no solo por el impacto que tiene en la calidad de vida de muchas personas, sino también porque ha sido el responsable de muchos suicidios. Uno de los más sonados fue el caso de la luchadora japonesa Hana Kimura, una joven que con apenas 22 años decidió quitarse la vida tras sufrir un gravísimo caso de ciberacoso.
La joven Kimura parecía tenerlo todo, era una estrella y estaba en plena forma, pero por desgracia no estaba preparada psicológicamente para la oleada de ataques que recibió a través de sus redes sociales. Según los expertos, Kimura ya venía arrastrando un caso de depresión, pero al final está claro que esa campaña de ciberacoso que sufrió fue clave para que la luchadora tomase la decisión de acabar con su vida.
El caso tuvo una gran repercusión a nivel internacional, y generó una enorme indignación cuando se descubrió que, incluso tras su muerte, algunas personas siguieron insultándola y llegaron a «celebrar» su muerte. Fueron sancionadas con el equivalente a 64 euros, un hecho que afectó profundamente a la madre de Kimura y que ha sido clave para que Japón haya elaborado una propuesta de ley que contempla penas de hasta un año de cárcel y multas de hasta 2.102 euros para los delitos de «insulto», y se ha ampliado el plazo de prescripción de los mismos de uno a tres años. Si todo va bien, esta reforma entrará en vigor este verano.
Como abogado, este es un tema que siempre me ha parecido fascinante por todo lo que implica, y también porque genera mucha polémica entre los particulares. La mayoría lo enfocan desde su propia perspectiva moral, y esto da pie a valoraciones muy distintas que incurren, en muchos casos, en una «doble vara de medir» muy peligrosa. Tanto es así que buena parte de los usuarios no terminan de reconocer la gravedad del ciberacoso en Internet hasta que lo sufren.
El ciberacoso es mucho más que unos simples insultos
Desde una perspectiva legal, que no moral, la difamación es un delito tanto fuera como dentro de Internet, y por tanto es perseguible en ambos niveles. Sin embargo, el problema es que cuando hablamos del ciberacoso en Internet este presenta una serie de condiciones distintas a las que nos encontramos en un cara a cara que hacen que, al final, pueda llegar a un nivel de gravedad que sería impensable fuera de la red de redes.
El caso de Kimura es un claro ejemplo de esto, y confirma además que el ciberacoso en Internet va mucho más allá de unos simples insultos, y puede desencadenar en una serie de conductas que, al final, acaban encajando con el tipo penal de la inducción al suicidio. Dicho tipo comprende una serie de requisitos importantes que están firmemente asentados en la doctrina, como por ejemplo un mínimo de conocimiento por parte de la víctima y una influencia real del sujeto activo, el acosador en este caso, que sea directa, efectiva y suficiente para convencerlo de que se suicide, cuando la víctima no se había planteado hacerlo.
Para que nos entendamos, decirle a alguien «deberías morirte» no basta para incurrir en el tipo de inducción al suicidio, pero machacarlo constantemente para meterle esa idea en la cabeza sí, y aquí es donde encajan muchas conductas propias del ciberacoso. Con esto en mente, y tras ver la gravedad de los casos que se han venido produciendo en los últimos años, así como sus fatales consecuencias, creo que necesitamos «mano dura» aplicada tanto a una reforma de la ley penal como de los sistemas de control de las principales redes sociales.
Puede que alguno me diga que esto sería una forma de censura, pero estaría totalmente equivocado, porque la libertad de expresión se encuentra limitada por otros derechos fundamentales, como el derecho al honor. Si tú, desde tu punto de vista, crees que insultar y acosar por Internet encajan en el concepto de libertad de expresión tienes un problema, y bastante grave.
Fuente: https://www.muycomputer.com