Radiografía del grooming en Chile

Cada año las denuncias de abuso sexual a menores a través de internet crecen en el país. Todas llegan a la Brigada del Cibercrimen de la PDI, donde investigan casos como el de un sujeto que en diciembre fue condenado a siete años de cárcel luego de pedirles fotos íntimas a cuatro niñas a las que también extorsionó. Su actuar refleja el modus operandi de este tipo de individuos y también los riesgos a los que se exponen los menores.


  • A fines de 2017, la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) recibió una denuncia por un sujeto identificado como Juan -nombre ficticio entregado para narrar el caso-, que estaba solicitando fotos de connotación sexual a una niña de 10 años. Era una historia parecida a muchas otras que llegan a la institución: se habían conocido en Facebook, donde Juan había creado un perfil falso para hacerse pasar por un menor de edad. A través de ese recurso, él terminó haciéndose amigo de la niña para luego empezar a pedirle fotos íntimas.

Los antecedentes fueron denunciados al Ministerio Público, que entregó una orden de investigar a la Brigada Investigadora del Cibercrimen Metropolitana de la PDI. Sus expertos comprobaron que Juan en realidad tenía 27 años y utilizaba varios perfiles falsos de Facebook para acosar a menores de edad. Además, determinaron que existían otras dos denuncias contra el sujeto, quien usaba el mismo modus operandi para acosar a otras niñas de 10 y 13 años.

Uno de los investigadores del caso fue Mauricio Araya, sicólogo y comisario, quien hace 11 años forma parte de la PDI. Él explica que este es uno de los casos emblemáticos de grooming que han desentrañado en la institución. Araya define este acto como “un abuso sexual que se realiza a través de internet y que contiene elementos de seducción y engaño a través de un perfil falso, donde un adulto logra ganarse la confianza de un menor para empezar a pedirle fotos de forma gradual, hasta convencerlo para que comience a enviar imágenes más explícitas con menos ropa o eventualmente desnudo”.

Otro especialista que conoce de cerca este tema es Álvaro Carrasco, creador de Brave Up, un exitoso programa de prevención y detección de ciberacoso en colegios. Él explica que el grooming es un término inglés que significa “acicalar” y se utiliza para hacer referencia a todas las conductas o acciones que realiza un adulto para ganarse la confianza de un menor de edad con el objetivo de obtener beneficios sexuales, sea o no en el mundo virtual.

Era una historia parecida a muchas otras que llegan a la institución: se habían conocido en Facebook, donde Juan había creado un perfil falso para hacerse pasar por un menor de edad. A través de ese recurso, él terminó haciéndose amigo de la niña para luego empezar a pedirle fotos íntimas.

Durante 2019, la PDI recibió 64 denuncias por actos de grooming en el país, lo que representa un aumento del 19% en relación con 2018. “Estos casos siempre van en alza en la medida que las tecnologías se vuelven de más de fácil acceso y masivas. Los padres les compran celulares a los niños o les crean perfiles en redes sociales a los 11 o 13 años. Ahí están expuestos a un montón de personas que se hacen pasar por jóvenes y no lo son”, advierte el comisario Araya.

Carrasco, por su parte, explica que la propagación masiva de internet y las redes sociales no sólo en computadores sino que también en celulares y consolas de videojuegos, ha extendido el rango de acción de quienes acechan a los niños. Hoy la plaza o el parque dejaron de ser los únicos sitios peligrosos: “Esta posibilidad de cercanía, desde un espacio privado o desde cualquier lugar del mundo, ha generado alertas mayores en las autoridades, y eso puede explicar el aumento de casos en el país que están constatando entidades como la PDI”, dice el creador de Brave Up.

Un amigo en la red

La unidad de la PDI a cargo de este tipo de casos es la Brigada del Cibercrimen, creada en 2000 y que desde 2009 ve casos de grooming como el que perpetró Juan. “Al principio investigábamos la pornografía infantil como si fueran casos de ofensas al pudor, porque no teníamos experiencia previa”, admite la sicóloga clínica infantil y subcomisaria Pía Barrera, al referirse a la evolución de una unidad que hoy, además, trabaja casos de espionaje informático, clonación de tarjetas y estafas electrónicas, entre otros.

“Cuando partí se accedía a redes sociales a través del computador; los primeros contactos se hacían a través del antiguo sistema conocido como ICQ. Veíamos mensajes del tipo ‘Llévate el notebook al baño para que me mandes fotos’. Pero en 2012, el boom de los smartphones hizo innecesario llevar el computador porque todos van con teléfono al baño”, señala Araya. De hecho, según el Censo Digital VTR divulgado el 2019 –y que abarcó entrevistas con más de 3.300 menores santiaguinos de 8 y 14 años-, hoy el 70% de los menores ya posee celular propio a los 9 años. Además, del total de encuestados, el 20 % tiene a desconocidos como contactos en sus redes sociales.

“Estos casos siempre van en alza en la medida que las tecnologías se vuelven de más de fácil acceso y masivas. Los padres les compran celulares a los niños o les crean perfiles en redes sociales a los 11 o 13 años. Ahí están expuestos a un montón de personas que se hacen pasar por jóvenes y no lo son”, advierte el comisario Araya.

Barrera cuenta que los sujetos que se ven involucrados en casos de grooming tienen un amplio rango de edad -entre los 20 y 60 años- y son mayoritariamente hombres que buscan menores y adolescentes de sexo femenino. En cuanto a su personalidad, comparten varios rasgos: son mayormente introvertidos y sin habilidades sociales, lo que les dificulta tener relaciones con gente de su edad. “No tienen pareja, grandes pasatiempos ni vida social. Algunos mantienen una vida normal, pero a escondidas acuden a la pedofilia, aunque después sienten culpa y borran los archivos que consiguen. También hay otros que tienen verdaderas colecciones de imágenes de pornografía infantil guardadas en su computador por carpetas y debidamente catalogadas”, precisa Araya.

La subcomisaria Barrera comenta que en muchas ocasiones estos individuos “son asiduos a sitios de pornografía de adultos. Cuando los detenemos cuentan que en esas páginas aparecen anuncios donde entran debido a la curiosidad por ver cómo es el sexo con niños. Así comienza el círculo”. En el caso de Juan, después de la denuncia hecha por los padres, él fue sometido a un análisis forense hecho por la Brigada del Cibercrimen de la PDI, que determinó el domicilio desde donde había contactado a sus víctimas. Además, las diligencias lograron establecer que anteriormente había sido condenado a 541 días de cárcel por otro caso de grooming, después de que expusiera a una menor a ver o realizar escenas de significación sexual.

Este sujeto se ganaba la confianza de sus víctimas con una estrategia que Mauricio Araya ha visto muchas veces: “Les incentivan la autoestima a las menores, les dicen que son muy lindas. Así se hacen necesarios para ellas porque están siempre ahí para conversar. Entonces, la niña siente confianza o incluso se enamora y les termina mandando fotos”. Según el sicólogo, las víctimas generalmente son jóvenes que pasan mucho tiempo solas en sus casas o tienen pocas amistades.

El grooming se da distintas en redes sociales, las que hoy están segmentadas según las edades de sus usuarios. Álvaro Carrasco -creador de Brave Up- indica que entre los adolescentes mayores de 14 años se imponen Instagram, YouTube y WhatsApp. En los más pequeños, ese perfil cambia: “Cuando nos detenemos a analizar qué utilizan los estudiantes más jóvenes, aparece TikTok, una plataforma muy popular entre cuarto a séptimo básico. En un principio se llamaba Musical.ly y hoy ofrece un espacio donde los usuarios publican videos de corta duración”, explica Carrasco. El experto afirma que el principal problema de TikTok es que es pública. No es necesaria la creación de una cuenta de usuario para ingresar y ver los videos y perfiles de los menores, lo que la ha transformado en un espacio perfecto para que sucedan casos de grooming”.

La subcomisaria Barrera comenta que en muchas ocasiones estos individuos “son asiduos a sitios de pornografía de adultos. Cuando los detenemos cuentan que en esas páginas aparecen anuncios donde entran debido a la curiosidad por ver cómo es el sexo con niños. Así comienza el círculo”.

Luego de establecer el primer contacto, el tiempo que los pedófilos demoran en ganar la confianza de los menores es relativo. En la PDI dicen que a veces los sujetos pueden invertir semanas de conversación en chats y, en otras ocasiones, pasan de inmediato a pedirle fotos a la víctima. “Eso tiene que ver con la vulnerabilidad de la niña, porque esto no pasa en el living de la casa, sino que cuando está sola, en su pieza a altas horas de la noche y con acceso al teléfono. Un menor que pasa solo sin mucha contención ni supervisión de los padres es claramente más vulnerable”, detalla Araya.

En Brave Up repiten un concepto: los padres deben ser tutores digitales. “No es necesario entregar tecnología ni acceso a redes sociales a edades tempranas, pero al momento de hacerlo los niños y niñas deben entender lo que significa internet, lo que es la huella digital, lo que sucede si trato mal a alguien por alguna red social y que es un espacio público donde hay que tener cuidados y formas de convivir”, apunta Carrasco.

La importancia de denunciar

Con los antecedentes recabados en contra de Juan, la Fiscalía gestionó una orden de entrada y registro a su domicilio. Ahí la PDI encontró 22 archivos digitales con fotografías y dos con videos de material pornográfico infantil.

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Además, en el lugar lograron identificar a una cuarta víctima de 13 años. Los investigadores dicen que las acciones que los autores de grooming les solicitan a los menores son bastante crudas y pueden ir desde ver pornografía de adultos, recrear posturas sexuales o incluir en las imágenes a sus hermanos menores cuando los tienen.

Mientras se investigaban las denuncias y la evidencia en su contra, Juan quedó detenido en prisión preventiva en la cárcel de Santiago 1. Ahí les dijo a sus compañeros de celda que estaba preso por tráfico de drogas y continuó contactando menores a través del chat de Facebook, al que accedía desde un celular de otra persona que posteriormente fue descubierto por personal de Gendarmería. Una de las conversaciones encontradas por la PDI fue con una menor de 13 años a quien le decía: “Eres chiquitita, pero eres muy linda, demuestras más”. Le preguntaba si pololeaba, para luego alabar a la adolescente.

Esta manipulación de las emociones es algo que destacan los investigadores de la PDI, ya que sale a flote en una etapa del grooming que definen como del chantaje. Esto ocurre una vez que el individuo consigue las fotos o videos que quiere y empieza a extorsionar a la menor, diciéndole que si no sigue enviando el material o si no le da algo a cambio -como dinero u objetos de valor-, le mostrará todo a sus padres o “viralizará” los registros en su colegio. “Hay un tema fuerte con la humillación en esta etapa de la vida en que se está forjando la autoestima. Para una niña ver que su video está dando vueltas por su escuela es muy fuerte”, analiza Araya.

Efectivamente, Juan exigió que le mandaran más fotos a cambio de no avisar a los padres y, bajo la promesa de borrar las imágenes, demandó dinero y especies. El intercambio se haría en un cine. “Él era violento. Les decía a las víctimas que les mandaran más fotos porque, si no, iba a matar al abuelo o dispararle a la casa”, cuenta Araya.

Los que practican el grooming obtienen los datos más personales de sus víctimas no sólo a través de conversaciones de chat, sino que también gracias a lo que los mismos menores suben en sus perfiles. “Ellos cometen el error de publicar fotos con el uniforme de su escuela y desde ahí los pedófilos se cuelgan para obtener más información y decirles ‘Yo sé que estás en este colegio o curso’. Además, los niños cuentan todo: el colegio, su domicilio, con quienes viven, entregan todo”, dice la subcomisaria Barrera.

Los funcionarios de PDI explican que por lo general los padres se dan cuenta de este tipo de casos por casualidad, por un teléfono que miran de manera fortuita o un computador que se les queda abierto a los menores. Rara vez se acercan a sus padres para contarles que están siendo acosados por internet.

“Ellos cometen el error de publicar fotos con el uniforme de su escuela y desde ahí los pedófilos se cuelgan para obtener más información y decirles ‘Yo sé que estás en este colegio o curso’. Además, los niños cuentan todo: el colegio, su domicilio, con quienes viven, entregan todo”, dice la subcomisaria Barrera.

Las denuncias por casos de grooming se pueden hacer en cualquier cuartel de la PDI, Carabineros o directamente en la Fiscalía. En esta etapa lo más complejo es conseguir la evidencia, porque las menores muchas veces siguen creyendo que el perfil del pedófilo es verdadero o están enamoradas y al ser descubiertas les avisan. El abusador les dice que borren toda la evidencia y al hacer la denuncia no hay perfil de red social, fotos ni conversaciones.

“Por lo general, las familias viven este proceso con dolor al darse cuenta de que uno de sus hijos estaba siendo vulnerado y que no se dieron cuenta”, apunta Araya sobre un proceso que, asegura, es socialmente transversal en cuanto a víctimas y victimarios.

Esta etapa es compleja también porque muchas veces se termina revictimizando a los menores. Los investigadores cuentan que al principio sólo piden la información imprescindible, como cuentas de redes usadas por el pedófilo y la confirmación de que hubo un intercambio de fotos. También averiguan si se reunieron físicamente. Durante esta etapa, se les recomienda a los padres no tocarle el tema al menor para que no se alteren sus recuerdos.

En ese sentido ha sido de gran ayuda la nueva ley 21.057, sobre entrevistas videograbadas y que busca proteger a las víctimas del impacto que representa dar su testimonio. La normativa ya ha sido puesta en práctica en seis regiones y el próximo año empezará a regir en Santiago. Barrera dice que actualmente a las víctimas se les toma una declaración en la comisaría o unidad de la PDI donde se hace la denuncia, luego en Fiscalía son entrevistadas por un sicólogo especializado, más adelante vuelven a ser llamadas por el funcionario de la PDI a cargo de la investigación y finalmente deben recordar lo sucedido en el juicio. “El relato vuelve a salir cuatro veces y eso tiene consecuencias negativas en su capacidad de resiliencia, porque no les permite avanzar en la superación del trauma”, opina la subcomisaria.

En cuanto a las penas, el grooming no existe en el Código Penal como tal por lo que no es un delito. Lo que sanciona la ley son sus consecuencias, como el abuso sexual. Los comisarios de la PDI cuentan que la mayoría de los imputados son detenidos bajo el cargo de almacenamiento de material pornográfico infantil, lo que tiene una pena que va entre los 541 días hasta los tres años. Sin embargo, generalmente los casos terminan en pena remitida con firma, arraigo nacional y alguna medida compensatoria para la víctima. “Lo normal es que al otro día estén en libertad”, se queja Araya.

Generalmente los casos terminan en pena remitida con firma, arraigo nacional y alguna medida compensatoria para la víctima. “Lo normal es que al otro día estén en libertad”, se queja Araya.

Esto cambia cuando se logran añadir cargos. Juan es un ejemplo: después de pasar dos años en prisión preventiva, en diciembre pasado fue condenado por un Tribunal de Juicio Oral en lo Penal a penas efectivas de siete años y 541 días de presidio, en calidad de autor de dos delitos consumados de abuso sexual de menor de 14 años y almacenamiento de material pornográfico infantil.

Barrera explica que cuando se suman dos cargos -abuso sexual y almacenamiento de material pornográfico infantil- los imputados arriesgan condenas que van entre los cinco y 10 años: “Por eso es importante que la gente denuncie, si no estos casos quedan en el aire y no podemos determinar quién ha cometido este delito en otras ocasiones. Muchas veces nos encontramos con sujetos que han contactado a muchas niñas, pero sólo una hizo la denuncia”.

Precauciones

Los expertos del cibercrimen de la PDI y Álvaro Carrasco, creador de Brave Up, proponen las siguientes medidas para evitar que algún menor sea víctima de grooming.

  • No se pueden ir a dormir con el teléfono con conexión a internet. La mayoría de las conversaciones ocurren cuando los papás duermen.
  • No hay claves en los teléfonos. Nada se oculta.
  • Hay que enseñarles a los niños la privacidad del cuerpo. Por ejemplo, las partes que tapa un traje de baño no se graban ni se exhiben.
  • Dar el ejemplo. Si al llegar del trabajo, los padres pasan las dos o tres horas que están con sus hijos conectados al teléfono, después no les podrán transmitir la sensación de protección.
  • No crearles perfiles en redes sociales a los menores de edad. Tratar de no subir contenido de los hijos a esas plataformas y, en caso de hacerlo, no tener el perfil abierto al público.
  • Estar atento a los juegos en línea y sus chats. Saber con quién juega y habla el menor, tratar de conocer a sus amigos virtuales y en caso de ver alguna conducta extraña, contactar a la PDI.

Señales de alerta

  • Cambios conductuales e irritabilidad en el menor.
  • Alteraciones en el ciclo del sueño, insomnio e hipersomnia.
  • Trastornos bruscos del ánimo o el apetito.
  • Querer aislarse o pasar solo por mucho tiempo.
  • No dejar, de manera hostil, que alguien vea su teléfono.
  • Cortes en la piel y autolesiones.

Fuente: La Tercera

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