Nuestras vidas han cambiado en los últimos años de manera vertiginosa. Se conocen innovaciones tecnológicas hasta hace poco inimaginables. Esto ha producido cambios en los procesos y vínculos sociales.
Por eso, al hablar de la era digital, debemos pensar no sólo en las Nuevas TIC’s y lo que nos permiten hacer, sino especialmente en todos los cambios sociales que están produciéndose con su utilización y su efecto en las relaciones interpersonales. Con las tecnologías han aparecido nuevas figuras de ciber delitos, y entre nuestros jóvenes se ha vuelto cada más frecuente el uso de las nuevas tecnologías para intimidar o agredir de manera intencionada. Es lo que usualmente conocemos como ciberacoso o ciberbullying.
Pero a diferencia de lo que muchos puedan creer, el mayor problema del ciberacoso no son las tecnologías sino las personas. El ciberbullying no es, ni más ni menos, que una forma de violencia, es un modo de no tolerar las diferencias, de la imposición de ideas propias, en el cual las tecnologías son solo el medio para hacerlo público, para generalizarlo y para perpetuarlo en el tiempo.
Esta violencia general en la que nos encontramos inmersos, y que comprende las más variadas formas de agresión, tiene un efecto multiplicador y expansivo que no solo afecta a la víctima y su entorno cercano, sino a la sociedad en pleno, por lo cual, su aumento es motivo de preocupación pero sobre todo, debiera serlo de acción.
Parece que nos estamos volviendo incapaces de llegar a acuerdos conjuntos a través del diálogo. Porque la palabra, esta fundamental herramienta humana, hoy se usa como arma para generar temor, para producir daño en lo más profundo de la persona.
En tanto padres, docentes, amigos, o simplemente como adultos, debiéramos ser modelos de referencia para nuestros jóvenes. Mostrándoles que del otro lado del celular o de la PC hay una persona que sufre con el hostigamiento. Un ser humano igual a todos nosotros, que no es nuestro enemigo y no debiera serlo en ninguna circunstancia.
Debemos enseñarles a desarrollar actitudes empáticas, a reconocer el valor de la vida humana y de cada persona; a respetar sus sentimientos, ideas y derechos. Debemos ser capaces de comprometernos con los demás porque cada uno de nosotros solo “somos” a partir del “otro”, porque todos formamos parte de una misma comunidad.
Aunque no nos guste, somos parte del ciberbullying, ya sea como autores de la burla, o cuando la permitimos, la elogiamos, le damos un “me gusta” o la viralizamos.
El uso responsable de las tecnologías requiere ser dueño de uno mismo, de decidir libremente qué hacer y cómo hacerlo, y hacerse cargo de sus consecuencias. Ejercer una libertad comprometida es fruto de una educación criteriosa forjada en valores que no permite la manipulación ni el sometimiento por ningún actor ni fenómeno social.
Valores que no surgirán mágicamente en nuestros jóvenes, sino que serán fruto del trabajo sólido, eficaz y ejemplar que se produzca en el hogar. Valores que no solo se hablen, sino que se vivan por cada uno de nosotros.
Fuente: Clarin.com
Lorena C. Bolzón
Directora de Estudios del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral