¿Qué siente un chico cuando lo eliminan de un grupo de WhatsApp?¿Qué teme una chica que no se anima a subir fotos de sus vacaciones?¿Es posible medir el sufrimiento de un jovencito al que nadie le likea sus fotos? Nuevas preguntas a antiguos padeceres y la necesidad imperiosa de los chicos de ser reconocidos por sus pares. En esta búsqueda de pertenencia, el ciberbullying asoma como práctica cotidiana.
Con la masificación de Internet, el wifi, las notebooks y los smartphones, no existen límites para estar en contacto. Todo el tiempo, con todo el mundo, desde cualquier lugar, parecería ser la consigna. Los problemas ya no quedan en la escuela, las paredes ya no son una barrera espacial ni temporal para el hostigamiento.
El teléfono móvil transforma y convierte a los demás en “blancos móviles”. El maltrato se desplaza y todos podemos ser localizables, evaluables y mensurables en cualquier lugar en que nos encontremos. Las personas podemos ser permantentemente sometidas a evaluaciones al estilo Trip Advisor, y así ser recomendadas o descartadas en un instante. Redes sociales, imágenes filtradas, audios, “fueguitos” encendidos, papelones viralizados, memes, popularidad, música y videos ilimitados, youtubers, palabras y más palabras que pierden su sentido y se descontextualizan, llevan a niños y adolescentes a sufrimientos nuevos que -además- suelen ser incomprendidos o mal dimensionados por sus padres, madres y docentes.
Y en estos escenarios, absolutamente desorientados, los padres muchas veces temerosos, otras invasivos, buscamos que alguien nos guíe. Que nos garantice que estamos haciendo las cosas bien, que nuestros hijos están a salvo, que saben-sabemos lo que hacen. Padres y madres buscamos un GPS emocional que nos marque límites, caminos, trayectos convenientes (para llegar rápido, por el mejor camino y sin zonas peligrosas). Esperamos encontrar una app que nos enseñe a decir “no” sin que nuestros hijos nos hagan creer que no nos quieren más. Diálogo, apertura, tolerancia, asimetría (no seamos amigos de nuestros hijos), conocimiento, confianza, parecen ser las palabras clave en todo este enredo. Permitirles a los chicos que se equivoquen, recalculen, retomen el camino. Y que nos cuenten lo que hacen, lo que les gusta, lo que temen.
Ante el inminente comienzo de clases, habrá muchos chicos y chicas que se sientan avergonzados, que sientan miedo de regresar a las aulas. Imaginan (a veces saben con certeza) que los otros la han pasado mucho mejor que ellos durante el verano. Temen a las nuevas miradas y desprecios y, al mismo tiempo, anhelan que este nuevo año las cosas cambien. Para eso, para que todo mejore, nos necesitan a nosotros.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar