Desconexión

Análisis de la película Disconnect de Henry Alex Rubin

Pasquadibisceglie, Daniela

Introducción

El presente ensayo se basa en la película Diconnect (2012) del director Henry Alex Rubin, y pretende reflexionar, desde una mirada crítica, sobre la alta dependencia tecnológica de la sociedad actual, producto de la globalización y del avance de estas tecnologías como una de sus causas.

Desarrollo

Será necesario, en principio, entender el significado de globalización.

A este respecto, resulta útil la definición de Saborido, quien en su libro El mundo frente a la globalización expone que:

El concepto de globalización se refiere, sin duda, no a situaciones coyunturales sino a redes institucionalizadas de vínculos a nivel mundial. La idea de globalización sugiere asimismo una creciente amplitud e inestabilidad de ese flujo de relaciones, tanto que los Estados y las sociedades quedan inmersas en sistemas y redes interconectadas que cubren todo el mundo. (2003, p. 3)

En el último siglo, uno de los campos que evolucionó en mayor medida por obra de la globalización es el de la comunicación, con Internet como su máxima expresión, un medio que indudablemente permitió a sus usuarios acortar distancias y estar en constante movimiento. Así lo expresa Zygmunt Bauman en su libro Turistas y Vagabundos: “Podemos disparar, correr o revolotear por la Web, recibir y mezclar en la pantalla los mensajes que vienen de rincones opuestos del globo.

Pero la mayoría estamos en movimiento aunque físicamente permanezcamos en reposo”.

Sin embargo, si bien Internet ha logrado que la gente viva en un mundo altamente conectado de norte a sur y de este a oeste, Disconnect devela un lado distinto de esta realidad, donde la tecnología, lejos de servir para unir a las personas, las distancia aún más. En la actualidad Facebook, Twitter, Skype, Whatsapp, por nombrar algunos, son elementos que forman parte de la vida de la mayoría de las personas, y en cierta forma las moldean y las vuelven más débiles, más frágiles, aunque también más fuertes en otros sentidos.

En relación a lo mencionado anteriormente, Castells (2001) explica en su texto La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresas y sociedad que “los usos de Internet son fundamentalmente instrumentales y están estrechamente relacionados con el trabajo, la familia y la vida cotidiana de los usuarios”. Asimismo, argumenta que la actividad social en toda su diversidad se ha apropiado de Internet, aunque, dice el autor, esta apropiación tiene efectos específicos sobre dicha actividad social. Es decir que, hoy en día, los dramas de las personas ocurren no sólo por los canales tradicionales, sino también a través de nuevos canales tecnológicos de más alcance, mayor rapidez y mayor efectividad.

La película narra tres historias paralelas con un denominador común: la interacción social online. Aborda problemáticas de la sociedad actual cuyas principales causas provienen del surgimiento de Internet en la vida cotidiana de los individuos, del universo 2.0: el robo de identidad, el acoso cibernético y el difícil equilibrio entre adolescencia e Internet.

La historia principal trata sobre la intimidación online, otra sobre el robo de identidad y la última sobre una periodista que trata de salvar a un joven menor de edad, que gana dinero mostrándose vía webcam. Disconnect representa dramas como el de personas separadas por pertenecer a diferentes mundos y ser de diferentes edades; personas que creen que están solas y que no cuentan con el apoyo de nadie y deciden abandonar este mundo; padres demasiado ocupados en sus trabajos, pendientes de sus celulares y sin tiempo para atender a sus familias; parejas que no pueden hablarse después de haber sufrido una gran pérdida y que buscan apoyo en otras personas.

En el presente ensayo se buscará analizar la historia de Ben, un chico que como muchos en la actualidad, es víctima de la agresión o intimidación online, también llamada bulling, por parte de chicos de su misma edad. Ben Boyd es un adolescente de unos 12 años de edad, un chico sin amigos, quizá por ser considerado raro por quienes lo rodean, incluso por su hermana mayor, también adolescente. Ambos acuden al mismo colegio y su hermana intenta ignorarlo cada vez que se encuentra con él en los pasillos. Su padre es abogado, adicto al trabajo, lo que fundamentalmente afecta a Ben, su único hijo varón.

En consecuencia, Ben se refugia en su cuarto la mayor parte del tiempo, en donde compone su propia música y la graba con su computadora, la que también utiliza para socializar con desconocidos libres de prejuicios en las redes sociales, con quienes comparte su fanatismo por las bandas under y publica sus grabaciones. Facebook le da la libertad de expresarse, de ser quién realmente es: un chico talentoso, inteligente y en efecto atractivo para quienes no conocen su realidad. Sobre esto último, Castells (2001) explica que los juegos de rol y la construcción de identidad como base de la interacción online es un tipo de actividad que tiende a concentrarse especialmente en círculos adolescentes. En efecto, los adolescentes son personas que se encuentran en proceso de descubrimiento de la identidad y experimentación de la misma, o de averiguar quiénes son realmente o quiénes les gustaría ser.

El nudo de la película se desarrolla cuando dos compañeros de clase, con la intención de reírse de él, crean un perfil falso con la foto de una chica a la que llaman Jessica, que demuestra interés en su persona. Así, logran entablar un diálogo atractivo para Ben, quien por primera vez experimenta una amistad con alguien del sexo opuesto, con la que logra identificarse por tener gustos similares y al mismo tiempo sentirse comprendido por tener los mismos problemas.

Para poder entender este vínculo, es necesario retomar a Howard Rheingold, quien en su libro Virtual Communities (1993-2000), anunció el nacimiento de un nuevo tipo de comunidad, que reúne a la gente online en tomo a una serie de intereses compartidos, creando lazos que podrían extenderse a la interacción cara a cara.

En este caso, es evidente que la relación cara a cara es imposible.

Sin embargo, al recibir Ben una foto algo sugestiva por parte de su supuesta amiga y al haber ganado su confianza, el protagonista es motivado a hacer lo mismo, y así le envía su foto. Al día siguiente, esta foto es enviada a todos sus conocidos y compañeros del colegio. Al enterarse de lo ocurrido, Ben no puede sentirse más humillado e instantáneamente sale corriendo de su casa, tras lo cual se encierra en su cuarto.

Una encuesta de Unicef reveló que el 23% de los chicos fue agredido alguna vez en Internet y en las redes sociales y que el 16% sostuvo haber usado la web para perjudicar a otra persona (La Nación, 2012). De esta lectura se desprende que lo que ocurrió con Ben no sólo pasa en las películas, sino también en la vida real. Como sostiene Castells (1995):

La gente que vive vidas paralelas en pantalla está en cualquier caso limitada por los deseos, el sufrimiento y la mortalidad de sus seres físicos. Las comunidades virtuales nos presentan un dramático nuevo contexto en el que pensar sobre la identidad humana en la era de Internet. (p. 267)

El desenlace de su historia culmina de la peor manera: Ben intenta suicidarse. Su hermana es quien lo encuentra a tiempo colgando del techo de su cuarto. Pero a pesar de esto Ben jamás recuperó la conciencia. No pudo soportar semejante humillación, la cual indudablemente en lugar de integrarlo a sus círculos terminó alejándolo por completo. Es necesario recordar a Durkheim (1965), quien estudió el suicidio como hecho social, del cual pudo diferenciar tres tipos. Uno de ellos se corresponde con lo ocurrido a Ben: el suicidio egoísta, que ocurre cuando los individuos no están integrados a un grupo social, cuando la autoridad del grupo y la fuerza de las obligaciones impuestas por un medio estrecho no reducen los deseos de perder la vida.

En esta misma línea, un artículo del diario La Nación sobre la adolescencia e Internet publicado recientemente, pone énfasis en la importancia de la asistencia de un mayor para los niños y adolescentes. Afirma que:

Es necesaria la preocupación de un adulto sobre lo que están haciendo, en especial en la actualidad cuando el 64 por ciento de ellos navega en Internet por sí solos, usan las redes sociales, bajan música, juegan, chatean, conocen amigos o se informan.

Sobre este hecho, es pertinente recordar que uno de los mayores problemas de Ben era la falta de atención por parte de su familia, en especial su padre, lo cual podría explicar en parte su actitud un tanto ingenua y de excesiva confianza a la hora de relacionarse en línea.

Esta falta de atención, junto con la actitud de quienes rodean a Ben, es una característica de la sociedad posmoderna, la cual podría definirse como la era del individualismo, del egoísmo, en la que los individuos sólo ponen atención en sus propios intereses. Ya no importan los intereses colectivos, por lo que la ruptura de lazos sociales es inevitable, dando como resultado un notable desequilibrio social.

Por otra parte, este patrón de individualidad también se encuentra reflejado en Ben y sirve para explicar su actitud de indeferencia hacia los demás. Lipovetsky en La era del vacío, define a este nuevo modo de subjetividad como narcisista, porque entre otras cosas trata de vivir sólo el presente, sin importar el pasado ni el futuro, que se presenta como amenazador e incierto. De esta manera, el neo-narciso utiliza lo que se podrían llamar mecanismos de defensa basados principalmente en evitar cualquier tipo de vínculo emocional con el otro.

Es decir que es posible que el miedo de Ben a salir lastimado fuese lo que le impedía soltarse a interactuar con los demás.

Asimismo, Lipovetsky sostiene que “ante todo instrumento de socialización, el narcisismo, por su autoabsorción, permite una radicalización del abandono de la esfera pública y por ello una adaptación funcional al aislamiento social” (1990, p. 55).

En esta misma línea, define al proceso de personalización como una “nueva manera para la sociedad de organizarse y orientarse, nuevo modo de gestionar los comportamientos, no ya por la tiranía de los detalles sino por el mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posible” (p. 6).

Estos cambios permiten al individuo emanciparse gracias a la diversificación de posibilidades de elección y abandonar los sentidos únicos que plantea la modernidad. Además, así como la edad moderna estaba obsesionada por la producción y la Revolución, la edad posmoderna lo está por la información y la expresión. Supone una mayor flexibilidad, diversificación, elecciones privadas, en vistas de la reproducción aumentada del principio de las singularidades individuales.

Esto se puede ver reflejado, entre otros, en la cantidad de tiempo que los individuos pasan actualmente en Internet, en tanto gran parte de ellos son usuarios activos de las redes sociales. El surgimiento de estos espacios online no hizo más que intensificar en cierto modo la cultura individualista, permitiendo a las personas diferenciarse de los demás, expresarse y decir lo que sienten, mostrarse tal cual son o tal cual les gustaría ser. Castells (2001) hace referencia a la evolución de las redes sociales como “el auge del individualismo en todas sus manifestaciones” (p. 11), mientras que desde una perspectiva distinta Wellman (2000) las define como comunidades personalizadas, encarnadas en redes centradas en el yo.

Pero si bien las personas poseen cada vez más obsesión por las redes, también necesitan y consideran importante la pertenencia a un grupo social en el que se relacionen con personas con las que compartan semejanzas. Esto es, de hecho, lo que nunca pudo lograr Ben al ser constantemente rechazado en la vida real, pero sí pudo hacerlo en la vida virtual al ser aceptado más allá de la mera superficialidad.

En otras palabras, el individualismo en red constituye un modelo social, no una colección de individuos aislados. Los individuos construyen sus redes, online y offline sobre la base de sus intereses, valores, afinidades y proyectos. De este modo, es muy probable que la gente pertenezca a varias redes al mismo tiempo según sus cambiantes intereses, ya que estos espacios permiten una extrema flexibilidad en la expresión de la sociabilidad, haciendo y deshaciendo conexiones.

Las redes sociales le permitieron a Ben ponerse en contacto con personas para mantener un intercambio instrumental de información –grabaciones y preferencias musicales– así como recibir apoyo emocional y personal, como es el caso de su vínculo con Jessica. Sin embargo, estas interacciones no constituyen lazos fuertes; por el contrario, son vínculos débiles que raramente construyen relaciones personales duraderas.

Castells (2001) resalta esta característica señalando que “las personas se conectan y desconectan de la red, cambian de interés y no revelan necesariamente su identidad, y además cambian de compañeros online cuando quieren”. Es decir, el comienzo y el fin de una interacción online están determinados con solo hacer un clic.

Con respecto a la vida offline, se ha demostrado en diversas encuestas que la vida online ha provocado un efecto de aislamiento, agravado por la posibilidad que dieron los celulares al permitir a las personas estar conectadas las 24 horas del día.

Nie y Erding (2000) advirtieron la existencia de una reducción en la interacción cara a cara y que, a partir de cierto umbral de actividad online, Internet comienza a sustituir a otras actividades, tales como las tareas domésticas, la atención a la familia y el sueño.

Conclusiones

Los vínculos en las redes sociales son reflejo de la sociedad posmoderna, de la cultura de la individualidad y de la falta de compromiso con los demás. Hoy en día lo que ocurre offline se refleja en la vida online: las relaciones fugaces, los círculos sociales basados en intereses temporales, la nueva concepción del significado de estar en pareja y de su mano la reconfiguración de la estructura de la familia.

En función de lo analizado, se podría afirmar que la sociedad y las relaciones se están transformando y reinventándose constantemente, adaptándose cada vez con más velocidad al incesante avance tecnológico. Las preguntas son cuánto y cómo estos cambios llegarán a repercutir en las relaciones sociales, y qué tan beneficiados y perjudicados se verán los individuos.

A modo de cierre, es pertinente mencionar la siguiente reflexión de Castells (2001) sobre el tema:

Estas tendencias representan el triunfo del individuo, aunque aún no estén claros los costos que puedan tener en la sociedad. A no ser que consideremos que en realidad los individuos están reconstruyendo el modelo de interacción social con la ayuda de las nuevas posibilidades tecnológicas para crear un nuevo modelo de sociedad: la sociedad red. (p. 15)

Así, permanece abierto el interrogante planteado a lo largo de este ensayo: ¿es la tecnología un avance o un retroceso?

Para descargar la película puede hacerlo desde el siguiente enlace: https://www.elitetorrent.biz/peliculas/desconexion-2012-microhd/

Fuente: https://fido.palermo.edu

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

− cinco = cuatro